II
En el discurso previo hemos expuesto, con todas las fuerzas de las que disponérnosla opinión de Manetti concerniente a la localización y a la forma del Infierno de Dante. Hoy es nuestra intención explicar, primero, la opinión de Alessandro Vellutello con respecto al mismo tema, y luego, añadir argumentos que nos persuadan a preferir uno u otro. Y para llevar a cabo nuestra primera intención de manera más breve y fácil, juzgamos que es conveniente ver primero en qué concuerdan y luego en qué difieren.
Vellutello está de acuerdo con Manetti en cuanto a la localización del Infierno, cada uno lo sitúa bajo esa parte de la Tierra que tiene a Jerusalén como su cenit; es decir, si se trazara una línea recta a partir del centro del universo hasta Jerusalén, el Infierno se distribuiría equitativamente en todas sus partes alrededor de dicha línea. De nuevo, no difieren entre sí en cuanto al orden de los niveles ni en cuanto a las divisiones en varios círculos y anillos, como mencionamos el otro día. Y finalmente, están de acuerdo en el tamaño del Malebolgia: y en todo esto concuerdan porque uno claramente tiene todo esto del mismo poeta. Difieren, no obstante, en primer término, en el tamaño del conjunto del Infierno como un todo; segundo (que sigue necesariamente al primero), en los tamaños y las distancias de los niveles particulares (excepto, como dijimos, en el tamaño del Malebolgia); tercero, disienten en los tamaños de los gigantes y de Lucifer; cuarto, en la forma de las regiones de hielo; quinto, en el tamaño y localización del Castillo Noble que menciona el poeta en el Limbo; sexto, difieren en asignar el camino que tomaron Dante y Virgilio al descender al centro, ya que Manetti cree que, circundando los niveles, habrían proseguido de tal forma que su lado izquierdo estaría hacia la mitad, justo lo opuesto de lo que Vellutello cree; séptimo, discrepan en el número de puentes que hay en el Malebolgia.
Por tanto, las opiniones son muy diferentes, primero con relación al tamaño global del Infierno como un todo, ya que aquél lo hace de menos de una milésima parte de lo que lo hace Manetti, puesto que aquel quiere que la profundidad de su Infierno no sea de más de una décima del radio de la Tierra, y si dicho Infierno fuera una esfera completa, sería de una milésima del total del volumen de la Tierra, como uno deduce fácilmente a partir de los Elementos de Euclides; pero el Infierno de Vellutello es menor de un catorceno de dicha esfera, así como el de Manetti es de un catorceno de toda la Tierra. Así concluimos, como se dijo anteriormente, que Vellutello imaginó su Infierno no más grande que una milésima parte del de Manetti.
Pero así como Vellutello obtiene una décima del radio de la Tierra para extraer la profundidad de su Infierno, podemos entender lo que sigue, al repasar los componentes de la construcción que él hizo. Y primero debemos pensar en un foso que tiene de diámetro una milla, tanto en su cúspide como en su base, y una milla mide también su profundidad, y en su base hay hielo, con la forma de una enorme piedra de amolar (y se nos pide que tomemos este ejemplo) de 750 brazos de grosor. Y este hielo debe dividirse en cuatro círculos, de tal modo de uno circunda al otro, y en la mitad del más pequeño debe haber un foso pequeño, de nuevo, con la forma de una piedra de amolar, cuya profundidad es el grosor del hielo, es decir, 750 brazos, y a mitad de esto se ubica el centro del mundo, y Lucifer estaría en este pequeño foso. Y el otro, un foso más grande, mencionado hace un momento, sería el lugar donde los gigantes sobresalen a partir de la mitad de sus cuerpos, como el poeta implícitamente aborda:
Dado que, como en el muro de Montereggione
asoman torres que coronan su círculo, aquí, se enfilan
alrededor de la ribera que abarca el foso
con la mitad de su mole como torres,
y sobre ésta, parados, había gigantes horribles, a quien Júpiter aún les ruge
amenazante cuando retumba…
(Infierno XXXI, 40-45)
Así la desembocadura del foso de los gigantes estará lejana del centro del universo por 1 ¼ millas, es decir, por una milla de profundidad, y 750 brazos, que es ¼ de milla, por el grosor del hielo y la profundidad del pequeño foso en el que está Lucifer.
Vellutello sitúa el valle del Malebolgia alrededor de la desembocadura del foso de los gigantes con las mismas medidas que le asignó Manetti; tanto así que en su mayor medida tiene un radio de 17 ½ millas. Pero debido a que el valle del Malebolgia se inclina hacia la mitad, como es obvio en estos versos de Dante:
… Pero era verdad
que el contorno de la tierra en cada valle
hacía un lado más alto y el otro más bajo,
debido a la forma como el Malebolgia se inclina
descendiendo hacia la desembocadura del foso más bajo
(Infierno XXIV, 37-40)
Vellutello le da a los bolgias 14 millas de altura, de tal forma que el primer bolgia está más lejos del centro que el último por 14 millas. Alrededor del bolgia más alto se eleva, con un radio constante, es decir, con un radio de 17 ½ millas, otro gran foso, llamado por el poeta el Desfiladero, cuyo ascenso Vellutello describe diez veces más alto que el ascenso del Malebolgia, esto es, 140 millas. Se piensa que la cima de éste no es mayor que la base. Alrededor de la abertura superior del Desfiladero él coloca los tres anillos de los violentos; a uno de estos le otorga 5 5/6 millas de ancho, de tal modo que todo el círculo tiene una anchura de 17 ½ millas. Y debido a que ese también era el radio del Desfiladero, todo el radio del círculo de los violentos será de 35 millas, y todo el diámetro de 70 millas.
Seguían entonces, por encima del nivel de los violentos, seis niveles más, el primero de los cuales contiene la ciudad de Dis, los fosos defensivos alrededor de éste, y el pantano Estigio; y la distancia a partir del nivel de los violentos es de 70 millas, exactamente lo que se imaginó para el diámetro del anillo más grande; y el ascenso de los violentos a un círculo más alto es tal que el diámetro es el mismo en la base como en la parte superior, excepto que en algunos lugares el poeta supone que la ribera se ha colapsado, por un accidente particular, y uno puede descender a través de dicho barranco. Para este nivel, que se halla inmediatamente arriba del de los violentos, Vellutello da una anchura de 18 millas, de las cuales él señala ½ milla para la ciudad, ½ para el foso defensivo alrededor de éste, y las 17 millas restantes para el pantano Estigio, que circunda los fosos defensivos mencionados. Así, el diámetro en su parte mayor será de 106 millas. Un acantilado se eleva alrededor del pantano, pero no asciende como las otras cuestas fuera de los fosos, de los que hemos oído hasta ahora, sino que se encarama (para usar la palabra correcta) en una pendiente, de tal modo que en su parte más baja, es decir, al nivel del pantano, su diámetro es de 106 millas, y en su desembocadura superior hay 140 millas. Y el ascenso de esta playa es tan abrupto que al escalarlo verticalmente se ensancha por millas. Y un tipo parecido de ascenso se observa en todos los otros niveles más altos.
En la cima de esta cuesta una planicie circundante mide ½ milla de ancho; y éste es el círculo de los derrochadores y los avariciosos, cuyo diámetro llega a 141 millas, es decir, 140, como ya se dijo, para la desembocadura del acantilado por el que se asciende hasta aquí, y para las dos, la anchura de ½ milla, cada una asignada al círculo. De este círculo uno pasa al de los glotones por una pendiente que tiene la misma forma, en una cuesta que, ascendiendo 14 millas por lo perpendicular, se ensancha 17 millas, de tal modo que donde estaba la base de esta ribera había 141 millas de diámetro, y en su desembocadura extrema habrá 175 millas; alrededor de la cual el círculo de los glotones se distiende con una anchura de media milla, de tal modo que su diámetro más grande llega a 176 millas.
A partir de este círculo, que tiene una subida similar, uno llega al de los voluptuosos, que también tiene una anchura de ½ milla; y de éste, con otra pendiente parecida, uno sube al primer círculo, que es el Limbo, cuya anchura Vellutello establece en ½ milla, como la de los otros círculos, de los que asigna ¼ a la anchura del Castillo Noble, el cual imagina situado alrededor de la abertura, y el otro ¼ de milla lo da a la anchura de una pradera verde que circunda el Castillo. Alrededor del borde de la pradera se alza una ribera que, de la misma forma que las otras y ascendiendo por una cuesta, se eleva perpendicularmente 14 millas, mientras se ensancha 17 millas más de lo que tiene en su base; de tal modo que el diámetro de esta abertura es de 280 millas, que pueden obtenerse fácilmente al hacer el cálculo. Y Vellutello cree que la profundidad del Infierno da este número, midiendo una línea perpendicular a partir de la desembocadura del Limbo hasta llegar al Malebolgia: y declara que él pondría la profundidad del Desfiladero a 140 millas, la distancia que toma del círculo de los violentos a la ciudad de Dis, de 70, que da 210, y sumando esos cinco ascensos de 14 millas, cada uno a partir de los círculos restantes, da exactamente la suma de 280 millas. Imaginemos entonces que el borde exterior del Limbo lo circunda una planicie cuya anchura es de 17 ½ millas, de la cual él asigna la mitad al río Aqueronte, la otra mitad a la gruta de los no comprometidos. Ésta es, de manera breve, la opinión de Vellutello, la cual tal vez pueda entenderse mejor a partir del esbozo de su diseño; y esta invención complació a Vellutello tanto que ridiculizó a Manetti y, junto con él, a toda la Academia Florentina, llamando al Infierno de Manetti una fantasía y una invención suya y de los otros académicos; lo que se conforma precisamente a las intenciones de Dante. Y es momento ahora para empezar a considerar en qué medida esto es cierto.
Y primero, si vamos a considerar uno y otro diseño sin haber tomado en cuenta lo que dijo Dante, o algún argumento que nos persuada de que uno u otro es más verosímil o creíble en cuanto a las intenciones de Dante, vamos a contemplar sólo la disposición del todo y las partes, y en suma, por decirlo de alguna manera, la arquitectura de uno y otro, y veremos, como es mi parecer, cuánto mejor es el diseño de Manetti, compuesto de partes más parecidas entre sí. Y del mismo modo, parece una cosa increíble que el Infierno deba ser tan pequeño que no abarque ni la treintamilésima parte de la Tierra, como nos damos cuenta que debe ser, al hacer el cálculo diligentemente, si uno tuviera que creer la opinión de Vellutello; y además de imaginarlo tan pequeño, él no obstante adscribe sólo la parte más pequeña a los lugares donde se castiga a los pecadores, dándole a los primeros cuatro círculos sólo ½ milla de anchura a cada uno.
Pero dejemos la arquitectura como es, y veamos si dicha construcción podría respaldarse a sí misma, lo cual, como me parece, descubriremos que no. Ya que si asumimos que el Desfiladero se eleva con sus lados equidistantes entre sí, las partes superiores se hallarán sin apoyo para sostenerlas, y siendo ese el caso, sin duda alguna se colapsará. Los objetos pesados, al caer, van junto con una línea que los conduce y los sustenta. Pero si, por ejemplo, dibujamos unas líneas al centro partiendo de la ciudad de Dis, éstas no encontrarán ningún impedimento, de tal modo que esta ciudad, al estar libre para caer y sin obstáculos, al no encontrar nada abajo que le dé apoyo, ciertamente se colapsará; y el círculo de los violentos hará lo mismo al estar fundado sobre paredes cuyas líneas perpendiculares están lejos de aquellas que van directo al centro; y si esto se colapsa, todos los demás niveles altos basados en éste se colapsarán. No obstante, aún hay otro problema, que no sólo es imposible si deseamos escapar al colapso de todo el Infierno, que las partes de arriba deban estar desprovistas de apoyo, que también es contrario al poeta, quien al saber qué se necesitaría para sostener su gran construcción, es decir, que las partes superiores se sostuvieran por las partes de abajo, escribió, al estar en la base de la pendiente en el foso de los gigantes:
Si yo tuviera rimas ásperas y anodinas para convenir
ese foso de melancolía que es el lugar
en que las otras piedras convergen y lanzan sus pesos…
(Infierno XXXII, 1-3)
Si, entonces, por encima de este pozo las otras rocas convergen y se apoyan entre sí, es necesario que las paredes que les dan apoyo no estén fuera de la línea perpendicular que va al centro. Este problema no existe en la arquitectura de Manetti, y declaramos que él sitúa todas las riberas y paredes directamente en una línea dirigida hacia el centro, como uno lo puede ver en el diseño. Los círculos superiores, sin embargo (hablo de los niveles por encima de la ciudad) podrían tener algunos puntos buenos dentro de la arquitectura de Vellutello, y parecen verosímiles a primera vista; es decir, él determina que las pendientes de uno al otro lado no son perpendiculares, como lo hace Manetti, pero las sitúa en un declive, como las laderas de las montañas, de acuerdo con la idea de Vellutello, de tal modo que uno puede descender de un nivel al otro: especialmente porque Manetti no hace mención de la forma como bajaron. Pero quiero que este mismo argumento sirva para refutar a Vellutello. Ya que si las pendientes de un nivel al otro, como él dice, son las laderas de las montañas, uno puede descender, en consecuencia, de un nivel al siguiente en el lugar que uno quiera; pero nos percatamos que esto es contrario a lo que propone Dante, ya que las pendientes sólo estaban en ciertos lugares particulares, y en uno en especial por cada círculo, como se ve al final del canto VI, en el que se dice:
Y hablando más de lo ya dicho, nosotros dos
continuamos nuestro camino hasta que el circuito llegó
a donde descendía el camino, y ahí vimos
a Pluto, el gran Enemigo, y lo confrontamos.
(Infierno VI, 103-106)
Y al principio del canto VII, Virgilio le habla a Dante de Satán:
No permitas que el miedo te dañe; cualquier poder que tenga
no puede evitar que descendamos de esta roca.
(Infierno VII, 4-6)
Así, si las pendientes estuvieran en ciertos lugares particulares, en cada una de las cuales Dante sitúa a un demonio guardián, entonces, por necesidad, en otros lugares no se podría bajar; y esto significa que en otros lugares la pendiente sería perpendicular, como lo plantea Manetti, y no como laderas de montañas, de acuerdo con la opinión de Vellutello. Y yo creo que es así por los pecadores de los niveles más bajos, donde los tormentos son mayores, como el poeta nos indica al principio del canto V:
Así es que descendí del primer círculo al segundo,
el cual ciñe un espacio más pequeño y de mayor dolor,
el cual incita más lamento.
(Infierno V, 1-3)
De tal modo, digo, que estos pecadores situados en los niveles más bajos no pueden escapar y evadirse a los niveles más altos, en los que hay tormentos menores; y parece que esto es lo que Dante dio a entender cuando puso a un demonio en cada lugar donde podría irse de un nivel al otro.
No puede ser, entonces, considerando todo en su conjunto, que el Infierno de Dante pueda tener dicha arquitectura, ni un tamaño tan pequeño, como lo ha pretendido Vellutello; y esto, más allá de los argumentos citados como prueba, lo probaremos de nuevo con el mismo Dante, en cuanto al tamaño. Si el Infierno no es más profundo que una décima del radio de la Tierra, como Vellutello lo supone, entonces al haber conducido a Dante al primer círculo, y urgiéndolo a apresurar su andar, por qué habría de decirle Virgilio:
… Ahora sigamos:
Nuestro largo camino nos urge ir hacia adelante. Y él se adentró
al primer círculo ceñido al abismo, y bajando,
él hizo que yo continuara también.
(Infierno IV, 22-24)
Si Virgilio llama «largo» al camino que todavía deben recorrer, querrá decir que es largo en comparación con aquel que ya caminaron; y si esto es así, no puede ser que el viaje ya realizado sea nueve veces mayor que aquel que aún tienen que hacer, y en consecuencia, el Infierno a través del cual han descendido al centro, no puede ser tan pequeño como Vellutello lo plantea.
Aquí uno puede oponer que el Infierno no sea tan grande como Manetti lo diseña, ya que como algunos lo han sospechado, no parece posible que la bóveda que cubre el Infierno se pueda mantener a sí misma y no caer en el vacío, al ser tan delgada, como es necesario que fuera si el Infierno se elevara tan alto. Y especialmente, aparte de no ser más gruesa que la octava parte del radio de la Tierra, que es de 405 millas más o menos, parte de ésta debe ser removida del espacio de la gruta de los no comprometidos, y debe removerse aún más (de la cima) para formar la gran profundidad del mar. A esto se responde fácilmente que dicho espesor es más que suficiente; por tomar una bóveda pequeña que tendría un arco de 30 brazos, ésta necesitaría un espesor de cerca de cuatro brazos, lo cual no es suficiente, pero incluso si sólo se usó un brazo para hacer un arco de 30 brazos, y tal vez sólo ½, y no cuatro, sería suficiente para apoyarse a sí misma; y al saber que la profundidad del mar está a pocas millas, o incluso a menos de una milla si creemos a los marineros más expertos, y al asignar tantas millas como parece necesario para la gruta de los no comprometidos, una medida determinada que no dio el poeta, sumado junto con la profundidad del mar, llegaría a 100 millas, y dicha bóveda todavía sería muy pesada, mucho más de lo que es necesario para sostenerse a sí misma.
Me parece que estos argumentos pueden persuadirnos de que es mucho más verosímil el Infierno de Manetti que el de Vellutello, como una descripción del todo, y de nuevo encontraremos lo mismo al examinar sus partes por separado, empezando por el Castillo situado en el Limbo. Me parece difícil imaginar circundando 770 millas, como Vellutello lo propone, al estar rodeado por siete series de paredes altas, y al ocupar en todas una anchura de ¼ de milla. Si no hay otro impedimento, construir siete circuitos de paredes que tendrían que ser muy gruesas al tener 770 millas alrededor, como se dijo, en un anillo que no es más ancho que ¼ de milla, me parece una empresa imposible, o por lo menos, una cosa muy mal proporcionada, y además, todavía tenemos que dejar espacio para los habitantes. También hay otro inconveniente, que al hacer el Castillo tan grande, la ciudad queda muy pequeña: apenas deja una cuarta parte del círculo. Por estas razones, ¿quién no creería que el Castillo debe ser pequeño, situado dentro del ancho del Limbo como lo imaginó Manetti, y no circundando la orilla de éste?
De otras cuatro diferencias que surgen entre Manetti y Vellutello, no encuentro lugares en el Infierno de Dante que constriñan la opinión del primero y la hagan menos verosímil que la del segundo, pero hay ciertamente razones muy probables a favor de Manetti. Y primero, en las diez series de puentes con las que Vellutello cruza el Malebolgia, no hay un lugar en el texto de Dante en el que uno pueda encontrar dicha cantidad; pero si el poeta no dice que había siquiera uno, aún así, ya que sólo una formación habría bastado, no sé por qué Vellutello se propone multiplicarlos sin necesidad. Además, si hubiera 10 ordenaciones sería un gran portento que cayeran sobre el sexto bolgia, especialmente porque, como el poeta afirma, este colapso aconteció por un accidente en particular.
La novel opinión de Vellutello de que Lucifer sería de 3 000 brazos de alto y no de 2 000, como lo estableció Manetti, originada a partir de querer medir la piña antes de que se rompiera, y queriendo que los gigantes sean de nueve cabezas de alto, no nos parece muy creíble. Al contrario, es creíble que Dante, si incluso él la midió, haya medido la piña como era en su tiempo, y que él creyera que los gigantes eran de una proporción común, y no de esa extraña fisonomía que los haría de nueve cabezas de alto.
De manera similar, no hay ni argumento ni autoridad que nos persuada a creer que las regiones de hielo sean como ruedas de molino y no como esferas. Al contrario, ya que el mismo poeta las llama esferas en el último canto:
… tus pies este minuto apuran
sobre una pequeña esfera cuya piel contorneada
forma el otro rostro aparente de Judecca
(Inferno XXXIV, 116-117)
No es sin temeridad que uno se atreve a decir que tienen forma de ruedas de molino, casi como si él tuviera la idea astuta de que a Dante le faltaron las palabras para describir su propia concepción.
Nos resta ver finalmente el camino que va a través de los círculos, es decir, si va a la izquierda, como lo afirma Vellutello, o a la derecha, como Manetti lo estableció. En esto tendremos que creer de nuevo a Manetti, al tener a su favor la autoridad del poeta, quien nos declara que caminó por el lado izquierdo hacia la mitad; Vellutello se sintió movido a creer lo opuesto solamente por ciertos versos que, incluso, se pueden interpretar a favor de Manetti. Y éstos se hallan en el catorceno canto:
… Y él: Como sabes bien,
el lugar es redondo; aunque has llegado lejos
siempre por la izquierda descendiendo hacia el foso…
(Infierno XIV, 124-126)
En estos versos, si ponemos las palabras «siempre por la izquierda» junto con aquellas dichas antes, «aunque has llegado lejos siempre por la izquierda», haciendo una pausa a mitad de la línea, vemos que éstas apoyan la opinión de Vellutello; pero si hacemos la pausa al final de la tercera línea, uniendo las palabras «siempre por la izquierda» con las siguientes, de esta forma: «siempre por la izquierda descendiendo hacia el foso», favorecen la opinión de Manetti. Ahora, en una interpretación incierta, ¿quién no vería mejor hacer una pausa al final, más que a mitad del verso? Pero dejando los lugares dudosos, veamos los claros y obvios que apoyan la opinión de Manetti. Dante escribe al final del noveno canto, cuando acaban de entrar a la ciudad:
Dio la vuelta a la derecha,
y continuamos caminando
entre la angustia y los altos parapetos,
(Infierno IX, 152-153)
Y al final del décimo:
Dio la vuelta a la izquierda;
y dejando el muro de la ciudad
tras nuestras espaldas
continuamos nuestro camino
hacia el centro…
(Infierno X, 133-134)
Al ser tan claros estos lugares, como realmente lo son, obligaron a Vellutello a decir que incluso aunque iban a la derecha dentro de la ciudad, no obstante, en los otros círculos ellos caminaron a la izquierda, lo cual parece muy irreflexivo.
Mas proceder a la derecha o a la izquierda no es tan importante para nuestra intención principal, la cual ha servido para establecer el lugar y la forma del Infierno de Dante, y al mismo tiempo para defender el ingenio de Manetti contra las calumnias que ha recibido injustamente por este tema en especial, ya que no lo han punzado sólo a él sino a la más docta Academia Florentina, con la que por muchas razones me siento muy comprometido; y al haber mostrado, con la poca ingeniosidad que poseo, cuánto más sutil es la invención de Manetti, traigo mi argumento a su fin.
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