El Impresionismo tenía un gran peligro. Su técnica era tan adecuada para representar la realidad subjetiva que podía convertirse en su esclava. Desde Monet, los impresionistas pasaron años y años preocupados, como él, por conseguir una impresión de la realidad perfecta, subjetiva, instantánea. Pero la obra debe ser un resultado de la imaginación del artista y no una copia servil de la realidad. Buscando un camino para superar el arte tradicional, Monet, había llegado a un callejón sin salida. Ello es la causa de que muchos de los primeros impresionistas, como Cézanne, Degas, etc., se aparten, a partir de 1882, del Impresionismo puro (que nunca abandonó el propio Monet) en busca de nuevas soluciones más imaginativas, menos ceñidas a la propia naturaleza. Es también la causa de que a partir de 1882 se sintieran algunos movimientos de reacción, como el antes mencionado simbolismo. Renoir huye hacia la línea, hacia Italia, y se refugia en el sabio dibujo de Ingres para conseguir una armonía estable entre forma y color, entre imaginación y plasmación óptica. Otros, como Toulouse-Lautrec, conciben un impresionismo totalmente desvinculado de las «Nynfeas» y las «Impresiones» de Monet. Un impresionismo, perfilado por la línea inquieta de un dibujante genial. La atmósfera se torna poco a poco irrespirable para los impresionistas. La degradación del último estilo de Sisley es prueba evidente de éste fenómeno. Por querer seguir al pie de la letra la inspiración de Monet, su obra pierde el frescor imaginativo que lo caracterizaba en sus primeros años, cuando aún conservaba en la retina el color jugoso de Hals y la espléndida composición cromática de Turner y Constable.
En estos momentos surge un nuevo movimiento que intenta renovar el Impresionismo desde dentro y, por tanto, salvarlo, sin recurrir a una extrema y radical negación, como había hecho el simbolismo. Este nuevo movimiento es conocido como «neoimpresionismo». Los neoimpresionistas hacen un impresionismo científico. No dejan al instinto la separación cromática o análisis de color, típica del Impresionismo, sino que lo codifican y reglamentan según las más modernas leyes de la óptica. Es un impresionismo científico. La ley del contraste simultáneo de Chevreul y los estudios ópticos del alemán Helmoltz y del norteamericano Rood se convierten en las líneas predominantes del nuevo estilo. Sus creadores son Seurat y Aman Jean. Por lo general, estos pintores suelen ser también teóricos y críticos de Arte. Signac da verdaderas lecciones de estética en su famosa obra «De Eugéne Delacroix al Impresionismo». El método de la división científica del color, más conocido por «divisionismo óptico», se extendió luego a la composición general del cuadro. Dice Signac: «Guiado por la tradición y por la ciencia, él neoimpresionista armonizará, antes de comenzar su tela, la composición a su concepto, es decir, que adaptará las líneas (direcciones y ángulos), el claroscuro (tonos) y los colores (tintas) al carácter que quiere hacer predominantes. Las líneas ascendentes y los ángulos apuntados hacia arriba significan alegría, lo mismo que las tintas cálidas y los tonos claros. Sus contrarios engendran en el espectador sensaciones opuestas. Pero este código no es puramente simbólico, como el de Puvis de Chavannes —cuya influencia en el neoimpresionismo es conocida—, sino que responde a unas influencias psicomotrices que se producen en la contemplación de la obra. Seurat persiguió la forma a través del divisionismo cromático y llegó a interesar en el ensayo a impresionistas tan maduros como Pisarro, quien, por un tiempo, se sintió entusiasmado por el neoimpresionismo».
En 1884 se crea la Sociedad de los Independientes, agrupando a pintores de diversas tendencias que no comulgaban con las líneas del impresionismo ortodoxo. Figuraban en ella Seurat, Redon, Signac. Cross, etc. En 1885 Seurat hace una exposicíón en la Tate Gallery, de Londres, donde muestra su Baño en Asniéres (FIG. 31), y un año más tarde otra en el Instituto de Arte, de Chicago, donde presenta al mundo su obra maestra: «La Grand Jatte». Son los hitos claves del desarrollo del neoimpresionismo. Su técnica es el divisionismo cromático, también llamado puntillismo, porque consiste en pequeñísimas pinceladas que se unen a sí mismas por el efecto cromático que provocan entre sí unas con otras. George Seurat (1859-1891), quiere reintegrar la forma a base del puntillismo,siguiendo las admoniciones científicas de Chevreul, sobre el tono dominante y el tono de reacción. En torno a él florece una pléyade de pintores, aunque ninguno puede alcanzar su maestría y dominio tanto teórico como práctico.
Signac (1863-1935) (FIG. 32) es el mejor seguidor de Seurat, y ya hemos hablado antes de su producción como teórico e historiador del arte. Sus obras resultan demasiado frías y conceptuales. Se notan excesivamente preparadas, construidas hasta sus más pequeños detalles. La frescura que Seurat sabía imprimir a sus originales no provenía de la teoría puntillista, sino del genio personal del francés, como se puso en evidencia después de su muerte, acaecida cuando el pintor era todavía muy joven. Signac gozó, en cambio, de extrema longevidad, pero no supo adaptarse en ningún momento al cambio que la época le exigía. Otros puntillistas, o neoimpresionistas, son Cross, Couturier, y los belgas Van Velde, Gausson, Hoyet, etc…
Figura 31.- El baño en Asnieres G. Seurat (Galeria nacional de Londres)
Figura 32 los baños de los Andeyls P Signac ( París, colección particular)
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