jueves, 16 de marzo de 2017

Diccionario de Papas y concilios (1447-1503)

Nicolás V (6 marzo 1447 - 24 marzo 1455)

Personalidad y carrera eclesiástica. Tomás Parentucelli nació en Sarzana el 15 de noviembre de 1397. Estudió artes en la Universidad de Bolonia, pero al no disponer de recursos económicos se trasladó a Florencia, donde trabajó como preceptor en la casa de Palla Stronzzi. Volvió a Bolonia, se licenció en teología y entró al servicio de Nicolás Albergati, obispo de la ciudad y cardenal, a quien acompañó en sus misiones diplomáticas. Muerto Albergati, Eugenio IV le nombró vicecamarlengo (1443) y al año siguiente obispo de Bolonia. Desempeñó dos misiones diplomáticas en Alemania y, en premio, recibió el capelo cardenalicio en 1466. A la muerte de Eugenio IV el cónclave se volvió a reunir en Santa María sopra Minerva de Roma y, de forma inesperada, la rivalidad tradicional entre los Colonna y los Orsini impidió la elección de Prospero Colonna y facilitó la de Tomás Parentucelli. Elegido papa el 6 de marzo de 1447, fue coronado el 19 del mismo mes y tomó el nombre de Nicolás en recuerdo de su protector, el cardenal Albergati. Eneas Silvio Piccolomini (Opera quae extant, Basilea, 1551), que más tarde sería papa, trazó este retrato de Nicolás V:
Tuvo una estima excesiva de sí mismo y quiso hacerlo todo por sí. Creía que nada podía hacerse bien, si él no intervenía personalmente. Amaba los libros bien hechos y los vestidos preciosos. Fue amigo de sus amigos, aunque no hubo nadie al que no hubiera irritado alguna vez. Se vengaba de las injurias y no las olvidaba.
Primera etapa del pontificado. Buen diplomático, consiguió poner fin al cisma con la definitiva disolución del Concilio de Basilea y la abdicación del antipapa Félix V. La conclusión del período conciliarista estuvo precedida de una laboriosa acción diplomática para conseguir que el emperador Federico III (1440-1493) volviera a la obediencia romana. Las negociaciones concluyeron con la firma del concordato de Viena el 17 de febrero de 1448, ratificado en Roma el 19 de marzo (A. Mercati, Raccolta dei Concordati, Roma, 1919, I, pp. 177-85). Este concordato, que formalmente estuvo en vigor hasta 1803, solucionó en parte el espinoso problema de la cuestión beneficial. El papa se aseguraba la provisión de todos los beneficios ya reservados a la Santa Sede pof las anteriores constituciones de Juan XXII y Benedicto XII, y respetaba el derecho de presentación de los obispos y abades, nombrados mediante libre elección, aunque se reservaba el derecho de revocación si la elección no se realizaba de acuerdo con las disposiciones canónicas.
También se esforzó por conseguir que Francia reconociese los derechos de la Santa Sede, menoscabados por el movimiento conciliarista, y aunque Carlos VII (1422-1461) no quiso revocar la pragmática sanción de Bourges (N. Valois, Histoire de la Pragmatique Sanction de Bourges sous Charles VII, París, 1906), se avino a reconocerle como legítimo papa en el verano de 1448.
La abdicación del antipapa Félix V el 7 de abril de 1449 y la disolución espontánea del concilio, que se había trasladado a Lausana por causa de la peste, el 25 de abril de 1449, después de haber reconocido a Nicolás V como el único papa legítimo, puso fin al cisma. Al antipapa dimisionario le concedió grandes honores: fue nombrado cardenal del título de Santa Sabina y legado apostólico perpetuo en Saboya. El último antipapa de la historia murió en Ginebra el 7 de enero de 1451. Para borrar las huellas del pasado, Nicolás V publicó tres bulas: en la primera revocó las censuras fulminadas contra los que se habían adherido al Concilio de Basilea, y en las dos restantes confirmó las provisiones beneficíales hechas por el concilio e incorporó a los cardenales creados por el antipapa Félix V al sacro colegio.
Restaurada la paz de la cristiandad, celebró jubileo el año 1450 con gran concurrencia de peregrinos, que puso de manifiesto el poder espiritual del papa y contribuyó a la recuperación de las finanzas pontificias. Dice Vespasiano de Biticci (A. Mai, Spicilegium romanum, I, p. 48) que «la Sede Apostólica ganó sumas enormes de dinero; por lo cual comenzó el papa a construir edificios en varios lugares y a encargar la compra de libros griegos y latinos donde fuera posible, sin mirar el precio; contrató a muchísimos copistas, de los más excelentes, para que continuamente transcribiesen los códices». Entre las celebraciones de este año hay que resaltar la canonización del franciscano san Bernardino de Siena (1380-1444), que como gran predicador popular y reformador de la orden había merecido también la alta estima de Eugenio IV.
Preocupado por la reforma de las costumbres y el restablecimiento de la autoridad pontificia, Nicolás V envió legados pontificios a diferentes países europeos: Nicolás de Cusa (1401-1464) recorrió Alemania y Bohemia y, al menos en parte, consiguió reformar las costumbres del clero alemán, eliminando la simonía y el concubinato, y restablecer la disciplina y la obediencia en los monasterios; san Juan de Capistrano (1386-1456) viajó por Austria, Baviera, Turingia y Sajonia, pero no obtuvo frutos duraderos; y el cardenal Guillermo d'Estoute-ville marchó a Francia con el objetivo de conseguir abrogar o al menos suavizar la pragmática sanción, pero no tuvo éxito, porque la asamblea del clero francés, reunida en Bourges en julio de 1452, se adhirió en gran parte a la pragmática con gran satisfacción de Carlos VIL La autoridad pontificia, sin embargo, vio afianzar su poder con la coronación del emperador Federico III en Roma el año 1452. Ésta fue la última coronación imperial que vivió Roma y la primera de un Habsburgo.
La caída de Constantinopla. Al año siguiente se cernió sobre la cristiandad la desgracia de la caída de Constantinopla en poder de los turcos. Como el último emperador de Bizancio, Constantino XII (1448-1453), tardase en publicar el decreto de unión de la Iglesia griega con la romana, Nicolás V le amonestó el 11 de octubre de 1451 y le exhortó a cumplir lo prometido en Florencia en 1439. El emperador se mostró dispuesto a aceptar la unión y el papa le envió como legado al cardenal de Kiev. El 12 de diciembre de 1452 se proclamó la unión oficial de las dos Iglesias en la basílica de Santa Sofía, pero el pueblo y los monjes no se adhirieron a ella. Entre tanto, el sultán Mohamed II (1451-1481) continuó cerrando el cerco de Constantinopla, que cayó el 29 de mayo de 1453. Como la sede patriarcal estaba vacante, nombró patriarca al monje Gennadio, radical antiunionista, y así se acabó de consumar la definitiva separación de la Iglesia romana.
Desde el momento de la caída de Constantinopla, los papas se preocuparon por unir a las naciones cristianas para organizar la cruzada contra los turcos. Nicolás V dirigió a todos los príncipes el 30 de septiembre de 1453 un férvido llamamiento a la cruzada contra Mohamed, «precursor del anticristo». Los reyes en general prestaron oídos sordos. Sólo el de Portugal, Alfonso V (1438-1481), hizo preparativos militares serios, pero en la práctica no se hizo nada.
Nicolás V se propuso unir por lo menos a los italianos y a este fin envió legados a Nápoles, Florencia, Milán y Venecia, y congregó en Roma a los embajadores de los principales Estados peninsulares. No consiguió nada, pero lo que no se obtuvo en Roma se logró al menos parcialmente en la paz de Lodi (9 abril 1454) por un acuerdo entre Venccia y Milán. El 30 de agosto, Venecia, Milán y Florencia firmaron una liga defensiva para veinticinco años, y en esta liga entraron finalmente Nicolás V y el rey de Nápoles, Alfonso de Aragón (1442-1458). Esta liga itálica, que se ponía oficialmente bajo la protección del papa, fue promulgada solemnemente en Roma el 2 de marzo de 1455 y aseguró por algunos años el pacífico equilibrio de los Estados italianos, aunque nada hizo contra el turco.
La política pontificia y el mecenazgo. Ya hemos dicho que Portugal fue el único reino donde se predicó con éxito la cruzada. Su rey aparejó una armada con respetable ejército y Nicolás V correspondió aumentando los privilegios a la corona portuguesa en su lucha contra los musulmanes del norte de África y otros infieles. Por la bula Dum diversas (18 junio 1452) autorizó al rey Alfonso hacer la guerra a los musulmanes y otros infieles, y le exhortó a conquistar las tierras de los enemigos de Cristo. Pero la bula más trascendental fue la Romanas Pontifex (8 enero 1455), en la que concedió al rey portugués y a sus sucesores la posesión y dominio de todas las islas, puertos, mares, provincias que habían ocupado, desde los cabos de Bojador y Nam, con toda la Guinea, hasta las tierras más meridionales de África; todo para la propagación de la fe.
En el problema de la rivalidad castellano-portuguesa, la bula Romanus Pontifex constituye un hito fundamental, y como además viene a coincidir con el fracaso de las gestiones del infante Enrique (1394-1460) para obtener la soberanía de las Canarias, resulta que el año 1454 señala de hecho un deslinde inicial de las zonas de expansión correspondientes a Portugal y Castilla, y, como dice Pérez Embid (Los descubrimientos en el Atlántico y la rivalidad castellano-portuguesa hasta el Tratado de Tordesillas, Sevilla, 1948, p. 164), «de derecho marca el de la corona lusitana sobre toda la costa de África a partir del cabo de la Nao».
Por lo que se refiere a la política pontificia, Nicolás V confirmó los acuerdos firmados por Eugenio IV con el rey de Nápoles y trató de ganarse su favor reconociendo sus pretensiones sobre los beneficios eclesiásticos y librándole de las tradicionales prestaciones y actos de homenaje a que estaba obligado en calidad de vasallo de la Santa Sede. En realidad, toda la política en materia beneficial y fiscal de Nicolás V consistió en una revisión de las pretensiones pontificias en favor de los príncipes, a cambio de que prestaran su apoyo a la política temporal del papado.
Nicolás V proyectó en Roma un gran programa urbanístico, que sólo pudo realizar en una pequeña parte. La Biblioteca Vaticana bien puede considerarle su fundador por el gran número de manuscritos que adquirió e hizo copiar. Este gran mecenas de las artes, bibliófilo y amante de las letras, murió en Roma el 24 de marzo de 1455 y fue sepultado en la basílica de San Pedro. Fra Angélico le inmortalizó con los frescos de la leyenda de San Lorenzo en la capilla de Nicolás V.

Calixto III (8 abril 1455 - 6 agosto 1558)

Personalidad y carrera eclesiástica. Alfonso de Borja nació en Játiva (España) el 31 de diciembre de 1378. Cursó los primeros estudios en Valencia y los continuó en la Universidad de Lérida, donde se doctoró en ambos derechos, adquiriendo después la cátedra de cánones y una canonjía en la catedral. Su fama de buen jurista y de hombre recto indujo al rey de Aragón, Alfonso V (1416-1458), a nombrarle consejero suyo. Sus buenos oficios consiguieron la renuncia de Gil Muñoz, elegido antipapa a la muerte de Benedicto XIII, y la reconciliación de Alfonso V con el papa Martín V, que apoyaba a Luis de Anjou como candidato a la sucesión del reino de Nápoles. Martín V premió a Alfonso de Borja nombrándole obispo de Valencia en 1429. Fiel al papa de Roma, rehusó asistir en representación de Alfonso V al Concilio de Basilea (1431-1449) y consiguió reconciliar al papa Eugenio IV con Alfonso V en 1443. En recompensa de sus servicios, el papa le nombró cardenal en 1443 y se trasladó a Roma, distinguiéndose por su preparación jurídica, por sus costumbres austeras y religiosidad.
A la muerte de Nicolás V los cardenales, a causa de las rivalidades entre los Colonna y los Orsini, no consiguieron ponerse de acuerdo sobre ninguno de los grandes favoritos y optaron por un papa de transición, y el 8 de abril de 1455 eligieron a Alfonso de Borja, que ya tenía setenta años, y tomó el nombre de Calixto III.
La actividad política y religiosa. El gran objetivo de Calixto III fue organizar una cruzada para luchar contra los turcos. Envió predicadores a todos los reinos cristianos, pero la mayor parte de los Estados se mostraron poco interesados. El cardenal Juan de Carvajal (L. G. Cañedo, Un español al servicio de la Santa Sede, Juan de Carvajal, Madrid, 1947), su legado en el Imperio y en el reino de Hungría, obtuvo el apoyo del emperador Federico III y del rey de Hungría y Bohemia, Ladislao V. El ex regente de Hungría Juan Hunyadi, con la ayuda del gran predicador de la cruzada Juan de Capistrano, obligó a los turcos a levantar el cerco de Belgrado (1456), que el papa quiso conmemorar instituyendo la fiesta de la Transfiguración el 6 de agosto. La oposición de los príncipes y prelados de Alemania, que cosideraban la imposición de décimas para la guerra como un desafuero contra la nación germánica, llevó a Calixto III a apoyarse sobre todo en el príncipe de Albania, Jorge Skanderbeg (1443-1468), y en el rey de Nápoles, Alfonso V de Aragón. Derrotada la flota turca en Metelino por la armada pontificio-aragonesa, dirigida por el cardenal Scarampo, y vencido el ejército otomano por Skanderbeg en Tomorzina (1457), el papa se alió con Esteban Tomás, rey de Bosnia, y con Matías Corvino (Hunyadi), nuevo rey de Hungría (1458-1490), pues se convenció de que el apoyo sólo podría venir de las naciones más amenazadas por los turcos, dada la escasa ayuda que se podía esperar de Alemania, Borgoña, Francia, Castilla o Portugal. El papa tuvo que conformarse con sus propios medios y la ayuda, no siempre desinteresada, del rey de Nápoles, del emperador Federico III y del rey de Hungría.
Calixto III también se preocupó de mantener la paz y concordia entre los príncipes italianos, de acuerdo con el tratado de Lodi de 1454. Se opuso a los proyectos de su antiguo protector Alfonso V, rey de Aragón, Nápoles y Sicilia, que pretendía heredar el señorío de Milán a la muerte de Felipe María Visconti, y apoyó la sucesión de Francisco Sforza (1450-1466).
La preocupación por la cruzada le impidió ocuparse a fondo de la reforma de la Iglesia, que hubiera tenido que comenzar por Roma. Hombre austero y profundamente religioso, tanto en su vida privada como en su política europea, cayó, en cambio, en un abuso del tiempo, el nepotismo, que ensombreció su pontificado, sin olvidar que el nepotismo era una práctica normal de los papas de estos siglos. Es cierto que la animadversión de muchos romanos hacia un papa extranjero le obligó a apoyarse en gentes de su absoluta confianza. Pero ello no basta para justificar el excesivo número de valencianos, catalanes y aragoneses en puestos claves y en cargos secundarios de la curia romana (J. Rius Serra, Catalanes y aragoneses en la corte de Calixto III, Barcelona, 1948). Tal favoritismo no hizo sino aumentar la tensión con los italianos, y más con los romanos. Dos sobrinos fueron creados cardenales en 1456: Rodrigo de Borja (futuro Alejandro VI), obispo de Gerona, Oviedo y Valencia, y vicecanciller de la Iglesia, y Juan Luis de Milá, obispo de Segorbe; y Pedro Luis de Borja, hermano de Rodrigo, fue designado capitán general de la Iglesia.
Calixto III propició la revisión del proceso de Juana de Arco (1412-1431), a la que se declaró inocente; beatificó a san Vicente Ferrer y a santa Rosa de Vitervo. No fue un papa humanista del estilo de Nicolás V, pero recompensó a algunos de los grandes humanistas: a Lorenzo Valla (1405-1457) le nombró secretario pontificio y canónigo de San Juan de Letrán, y a Eneas Silvio Piccolomini, futuro Pío II, le concedió la púrpura cardenalicia.
Murió en Roma el 6 de agosto de 1458, día de la fiesta de la Transfiguración, que él mismo había instituido para conmemorar la victoria de Belgrado. Fue sepultado en la rotonda de San Andrés, al lado de la basílica de San Pedro, y en 1610 fue trasladado a Santa María de Montserrat, iglesia nacional de la corona de Aragón en Roma.

Pío II (19 agosto 1458 - 15 agosto 1464)

Personalidad y carrera eclesiástica. Eneas Silvio Piccolomini nació en Corsignano, Siena, el 18 de octubre de 1405. Hijo de Silvio Piccolomini y de Victoria Forteguerri, nobles empobrecidos, cursó estudios de derecho en Siena, aunque desde joven se sintió atraído por la cultura humanista. En 1432 dejó los estudios y se puso al servicio del cardenal Capránica, al que acompañó al Concilio de Basilea; después sirvió a Nicolás Albergati, al que acompañó a Borgoña para firmar la paz de Arras (1435), y fue enviado a Escocia con una misión ante el rey Jacobo I (1406-1437). Vuelto a Basilea, llamó la atención de los sinodales por sus grandes dotes de elocuencia y su formación humanista. Después de la deposición de Eugenio IV y la elección del antipapa Félix V, Eneas Silvio se convirtió en secretario del nuevo antipapa y obtuvo diversos despachos que le acreditaron como delegado del concilio. Enviado a la Dieta de Frankfurt de 1442 entró en contacto con Federico III (1440-1493), que se había declarado neutral en la lucha entre el papa de Roma y el concilio, y le nombró secretario de la cancillería imperial.
Durante su estancia en Alemania, por influjo de los cardenales Cesarini y Carvajal, modificó su postura y se pasó a la obediencia romana, lo que también consiguió del emperador, que en 1445 le envió a Roma con una embajada. En Roma declaró a Eugenio IV su arrepentimiento por haber sido uno de los más firmes defensores del Concilio de Basilea y su deseo de tomar el estado eclesiástico, el papa le absolvió de las censuras y le perdonó, y en 1446 recibió las órdenes sagradas.
Desde aquel momento Eneas modificó su conducta y prestó grandes servicios a la Iglesia romana, consiguiendo el fin de la neutralidad alemana con la firma del concordato de Viena (1448). Nombrado obispo de Trieste por Nicolás V, envió al rector de la Universidad de Colonia una carta de retractación, confesando su error por haber seguido las teorías conciliares y explicando las razones por las que había vuelto a la obediencia romana. Trasladado al obispado de Siena, Fernando III le encargó concertar su matrimonio con Leonor de Portugal y conseguir su coronación imperial, recibiendo a cambio el título de consejero del Imperio. En 1456 Calixto III le creó cardenal del título de Santa Sabina y ya permaneció al lado del papa como consejero de las relaciones con el Imperio.
En el cónclave que siguió a la muerte de Calixto III, Eneas Silvio fue elegido papa el 19 de agosto de 1464 con el apoyo de los cardenales italianos, y con gran decepción de los franceses que esperaban la nominación del cardenal Estouteville. El 3 de septiembre recibió la tiara de manos del cardenal Colonna en la basílica vaticana y seguidamente tomó posesión de San Juan de Letrán.
La cruzada contra los turcos. El pontificado de Pío II, como el de su predecesor, estuvo dominado por la cruzada contra los turcos. El año 1459 convocó un congreso en Mantua, en el que se acordó la cruzada, pero no tuvo ningún éxito, porque los príncipes y los señores estaban más preocupados por sus problemas que por la guerra contra los infieles.
En la política italiana llevó a cabo una función mediadora entre los diferentes Estados, aunque la concesión de la investidura del reino de Nápoles a Ferrante de Aragón (1458-1494), que le había apoyado en el cónclave, le enfrentó con Francia, que sostenía las aspiraciones de Juan de Anjou. Pues como dice Combert (Louis XI et la Saint Siége, París, 1903), Luis XI de Francia (1461-1483), que había abolido la pragmática sanción de Bourges, con la esperanza de que el papa cambiara su política respecto a Nápoles, sin restablecer oficialmente la pragmática promulgó una serie de ordenanzas «para la restauración y defensa de las libertades galicanas contra las usurpaciones romanas».
En el ámbito de la disciplina eclesiástica promulgó varias disposiciones. En primer lugar, a fin de extirpar la doctrina conciliarista que subvertía el orden constitucional de la Iglesia, al defender la superioridad del concilio sobre el papa, prohibió apelar las sentencias del pontífice al futuro concilio, imponiendo a los apelantes la pena de excomunión (1459); en segundo lugar, rescindió todo lo que él mismo había hecho contra Eugenio IV en el Concilio de Basilea (1463); y en tercer lugar, abrogó los convenios firmados en 1436 entre los husitas y los legados del Concilio de Basilea, por los que se había concedido a los seglares de Bohemia el derecho de comulgar bajo las dos especies, de donde les vino la denominación de «utraquistas».
Ante el avance de los turcos, el año 1464 Pío II asumió personalmente la cruzada, esperando que los príncipes cristianos se avergonzarían de permanecer en casa, «cuando vieran marchar a la guerra a su maestro y padre, al obispo de Roma y representante de Cristo, un anciano enfermo y débil». Pero el papa se vio defraudado. Cuando llegó a Ancona, donde los cruzados tenían que congregarse, no encontró más que una chusma desarrapada. Y en Ancona halló la muerte el día 15 de agosto de 1464. Su cuerpo fue sepultado en la capilla de San Andrés en San Pedro, pero en 1614 fue trasladado a la iglesia de San Andrea della Valle. Uno de sus nepotes, el cardenal Tedeschini Piccolomini, que sería más tarde Pío III, mandó pintar al Pinturicchio (1454-1513) por los años 1502-1508 la vida de Pío II en la sala de libros corales de la catedral de Siena.
Pío II fue un espejo fiel del Renacimiento: hombre de mundo, diplomático, político y papa, escritor, poeta, humanista y amante de los libros; supo conciliar sus intereses privados con la institución que representaba y se sirvió del humanismo para llevar a cabo su acción política y religiosa. Practicó el nepotismo, como su antecesor; fue un fecundo escritor y, junto con Nicolás de Cusa, proyectó una reforma del clero que por la dificultad de los tiempos no se llegó a terminar; canonizó a santa Catalina de Siena (1347-1380) y protegió a los judíos.

Paulo II (30 septiembre 1464 - 26 julio 1471)

Personalidad, carrera eclesiástica y primera etapa del pontificado. Pedro Barbo nació en Venecia el 22 de febrero de 1417. Hijo de Nicolás Barbo y Polixena Condulmieri, hermana de Eugenio IV, rica familia de mercaderes, estaba llamado a seguir la empresa familiar, pero la influencia de su tío le inclinó a la carrera eclesiástica. Estudió artes y fue nombrado protonotario apostólico y arcediano de la catedral de Bolonia. En 1440 fue designado obispo de Cervia y cardenal diácono del título de Santa María la Nueva, que Nicolás V le cambiará en 1451 por el de San Marcos. Tuvo una gran influencia durante los pontificados de Eugenio IV, Nicolás V y Calixto III, que le nombró obispo de Vicenza, para pasar en 1459 al de Padua, al que renunció al año siguiente. Las relaciones con Pío II fueron conflictivas, pero apenas se resintió su popularidad en la curia y en Roma. Muerto Pío II, fue elegido pontífice en el primer escrutinio del cónclave el 30 de agosto de 1464. Escogió el nombre de Paulo II, fue coronado el 16 de septiembre y tomó posesión de San Juan de Letrán con una ceremonia de gran fastuosidad.
Al inicio del cónclave todos los cardenales juraron una capitulación electoral por la que el futuro papa se comprometía a llevar a cabo la reforma de la Iglesia, convocando un concilio en el plazo de tres años. Paulo II, después de consultar a diferentes juristas, presentó al colegio cardenalicio un nuevo pacto que modificaba sustancialmente el anterior y que al final fue aceptado con no pocas resistencias.
Siguiendo el ejemplo de sus predecesores se dedicó, en primer lugar, a preparar la cruzada contra los turcos, aunque no consiguió reunir fuerzas suficientes para enfrentarse a las fuerzas de Mohamed II. Concedió una importante ayuda económica al rey de Hungría, último baluarte de la cristiandad, y al príncipe Skanderbert de Albania para la lucha contra el turco, pero con su muerte en enero de 1468 casi toda Albania cayó en manos de los turcos y la cristiandad se vio privada de uno de los principales paladines de la cruzada. El único que podría haber hecho frente a los turcos era el rey Jorge Podiebrady de Bohemia (1458-1471), pero, por sus simpatías hacia los husitas, Pío II abrió un proceso contra él y Paulo II le excomulgó y depuso del reino en 1466. Jorge de Bohemia apeló al concilio general y trató de ganar el apoyo del rey de Francia. El papa pidió al rey de Hungría, Matías Corvino (1458-1490), que declarase la guerra al bohemio y así lo hizo en 1468, aunque las armas fueron favorables a las tropas bohemias y Corvino tuvo que solicitar una tregua. La guerra se reanudó por voluntad de Paulo II y Matías Corvino se hizo proclamar rey de Bohemia; pero no por ello se solucionó el problema, pues las hostilidades continuaron con mayor dureza y se iniciaron negociaciones con Jorge Podiebrady, que murió el 22 de marzo de 1471 sin haber normalizado sus relaciones con Roma.
En las relaciones con Francia, Paulo II no consiguió ningún resultado positivo, pues Luis XI (1461-1483) utilizó la pragmática sanción de Bourges como un medio de presión y chantaje hacia el pontificado. Mejores fueron las relaciones con el emperador Federico III, que visitó Roma en 1468 para pedir al papa la convocatoria de un concilio en Constanza, aunque sin ningún resultado. En los últimos años de su vida Paulo II trató de acercar la Iglesia ortodoxa rusa a Roma favoreciendo el matrimonio entre Iván III, gran duque de Rusia (1462-1505), con la hija de Tomás Paleólogo, déspota del Peloponeso, que se había refugiado en Roma, donde murió en 1465.
La política italiana. En la política italiana Paulo II se apoyó en Venecia, con la que tuvo algunos enfrentamientos violentos, y en Florencia, abandonando la tradicional alianza con Milán y Nápoles. La inestabilidad italiana se agravó con la muerte de Francisco Sforza en 1466, pues aunque le sucedió su hijo Galeazzo (1466-1476), se creó un nuevo problema de inseguridad en la compleja política italiana. Paulo II consiguió que el año 1470 se firmara una alianza entre los Estados italianos, con la intención de renovar la paz de Lodi, pero fue algo transitorio y su firma se hizo por la emoción que causó la caída de la isla veneciana de Eubea en poder de los turcos.
La tendencia absolutista del nuevo pontífice se manifestó particularmente en la política interna, afirmando la autoridad temporal de la Santa Sede en las relaciones con algunos feudatarios. En 1465 sometió a la familia Anguillara, que pretendía crear una señoría independiente, y se aseguró el control de un vasto territorio que más tarde se extendió al importante centro minero de alumbre de Tolfa. Menos fortuna tuvo con Malatesta, que controlaba Cesana y Rímini, pues si consiguió incorporar la primera ciudad al dominio pontificio, la segunda quedó en poder de Roberto Malatesta (1468-1482), apoyado por Milán, Florencia y Nápoles, aunque reconociéndose vasallo de la Santa Sede.
En Roma promovió la publicación de unas ordenanzas que regulasen las competencias, sobre todo en el ámbito jurídico, entre los administradores municipales y el gobernador pontificio. Estas medidas, orientadas a potenciar el poder municipal, se acompañaron de un importante programa urbanístico en torno al Capitolio, centro de la ciudad comunal, donde el papa había comenzado a construir en 1455, cuando todavía era cardenal, el impresionante palacio de San Marcos (hoy de Venecia), en el que residió de forma estable desde 1466 y reunió importantes colecciones de arte. Paulo II, amante de las fiestas y de las diversiones, se ganó el favor de los romanos con la potenciación de los carnavales, en los que por primera vez se permitió participar a los judíos. Por la bula ¡neffabilis providencia (1470) estableció el ciclo de los años jubilares cada 25 años y a partir de 1475 se ha observado este decreto sin interrupción, a excepción del año 1800 por las circunstancias políticas del momento.
Paulo II se atrajo la enemistad de los humanistas al reducir a su primitivo estado al colegio de los «abreviadores apostólicos», en el que trabajaban muchos humanistas, por los abusos simoníacos que allí se cometían, y al suprimir la Academia romana que dirigía Pomponio Leto (1428-1497). Su descontento lo manifestó Bartolomeo Platina {De vitis pontificum, Colonia, 1568), presentando a Paulo II como enemigo del arte y de la ciencia, afirmando que «los estudios eruditos de tal manera excitaban su odio y aborrecimiento, que a quienes los seguían los calificaba sin excepción de heréticos». La venganza de Platina contra el papa se vio satisfecha, pues el retrato negativo que trazó de Paulo II como de un bárbaro inculto ha condicionado hasta no hace mucho el juicio de los historiadores. Paulo II murió en Roma el 26 de julio de 1471, a los 53 años de edad, y fue sepultado en la basílica de San Pedro.

Sixto IV (9 agosto 1471 - 13 agosto 1484)

Personalidad y carrera eclesiástica. Francisco della Rovere nació en Abisola, cerca de Savona, el 21 de julio de 1414. Hijo de Leonardo, pequeño comerciante, y de Luchina Monleone, descendiente de la vieja nobleza genovesa. Algunos escritores afirman que era de origen humilde y que fue adoptado por el rico genovés Paulo Riario, que después se uniría con los Della Rovere del Piamonte. A los nueve años entró en el convento de San Francisco de Savona, hizo los primeros estudios, y a los 15 años profesó en la orden franciscana. Después de estudiar en Bolonia, Pavía y Padua, donde se doctoró en teología, enseñó esta disciplina y filosofía en Padua, Bolonia (donde conoció a Besarión, que se convertiría en su amigo y protector), Florencia, Perugia y Siena. La preparación y elocuencia que demostró en el capítulo general que la orden celebró en Genova el año 1434, le permitieron escalar los más altos cargos de gobierno en la orden: procurador general, ministro provincial de la Liguria, vicario general de Italia y en 1464 ministro general de la orden. Nombrado cardenal del título de San Pedro ad vitícola el 18 de septiembre de 1467, renunció al generalato dos años después. A la muerte de Paulo II, después del cuarto día de cónclave y gracias al apoyo del partido filomilanés, fue elegido papa por su formación teológica, su vida intachable y su capacidad de mediador. Tomó el nombre de Sixto IV y fue coronado el 25 de agosto.
De acuerdo con la capitulación electoral, que preveía continuar la guerra contra los turcos, envió legados a los distintos reinos para organizar la cruzada, pero los príncipes cristianos, empeñados en luchas internas, no escucharon la llamada. La flota organizada con la ayuda de Nápoles y Venecia se limitó a conquistar Esmirna (1472), pero no consiguió frenar el empuje otomano.
Las relaciones con los príncipes católicos y el mecenazgo. Sixto IV tuvo duros enfrentamientos con los reyes de Castilla y Aragón por el problema de las provisiones episcopales de sus reinos, máxime después de la condescendencia que en este punto habían mostrado los pontífices anteriores y los principios establecidos en la concordia de Segovia de 15 de enero de 1475 sobre el nombramiento de prelados. Después de largas negociaciones, se llegó al acuerdo de 3 de julio de 1482, por el que Roma admitió las provisiones propuestas por la reina Isabel (1474-1504). A juicio de Azcona (La elección y reforma del episcopado español en tiempo de los Reyes Católicos, Madrid, 1960), este acuerdo solucionó cuestiones de hecho pero dejó intacta la cuestión de derecho, pues la Santa Sede no concedió ningún derecho de presentación de obispados. Más éxito tuvieron los Reyes Católicos al obtener de Sixto IV la bula Exigit sincerae devotionis (1 noviembre 1478) que les autorizaba a nombrar inquisidores para vigilar la ortodoxia de los conversos.
Con los Estados italianos trató de mantener una política de alianzas y equilibrios, pero los intereses enfrentados de los príncipes y la actuación intrigante de los nepotes del papa, Juliano della Rovere, Pedro Riario y, después de su muerte, de Jerónimo, hicieron inviable la alianza. El año 1475 se celebró el año jubilar y se restableció la alianza con Ferrante de Nápoles, pero las relaciones entre los Estados italianos empeoraron. Lorenzo de Médicis (1469-1492) pretendía conquistar la Umbría y Romagna, aliándose con Venecia y Milán, y Sixto IV, queriendo destruir a los Médicis y mal aconsejado por Jerónimo Riario y el arzobispo de Pisa, dio su asentimiento a la conspiración de algunas familias florentinas guiadas por los Pazzi contra los Médicis que gobernaban Florencia. Aunque el papa se había opuesto a cualquier derramamiento de sangre, el 28 de abril de 1478 Juliano de Médicis fue asesinado en la catedral durante la misa, pero su hermano Lorenzo escapó al atentado y se vengó de los conspiradores. Con el pretexto de la muerte del arzobispo de Pisa y la prisión del cardenal nepote Sansoni Riario, Sixto IV lanzó la excomunión contra Lorenzo de Médicis y el entredicho contra Florencia. El enfrentamiento con Florencia, a quien apoyó Luis XI de Francia (1461-1483), que amenazó con la convocatoria de un concilio, y la conquista de Otranto por los turcos (1480), obligaron al papa a firmar la paz con los Médicis y revocar todas las censuras.
La figura y la obra de Sixto IV ha sido muy controvertida. Se observa una contradicción en su conducta, sencilla e intachable antes de la elección y después cínica y violenta, quizás por el influjo nefasto de los nepotes. García-Villoslada (Historia de la Iglesia católica, III, Madrid, 1960, pp. 393-410) afirma que una de las acusaciones más graves que se le hacen es por el desaforado nepotismo que practicó, cuyo objetivo no era sólo promocionar a su familia, sino transformar el Estado de la Iglesia en un principado, reforzando el poder del papa en un sentido monárquico para convertirse en un soberano absoluto. Roma se transformó en la capital del principado, donde el papa concentró el poder religioso, político y militar, gracias al control del ejército por personas fieles por vínculos familiares o institucionales.
Sixto IV protegió las artes y las letras. La Biblioteca Vaticana vio incrementar considerablemente sus fondos, dotándola de sede y rentas, y abriéndola al público bajo la dirección de Bartolomco Platina con la bula Ad decorem militantis Ecclesiae de 15 de junio de 1475. Hizo importantes obras en Roma, como se puede leer en multitud de inscripciones conmemorativas; restauró el puente Sixto y el hospital de Santo Espíritu, trazó y pavimentó varias calles, construyó y restauró muchas iglesias y, sobre todo, la capilla Sixtina, decorada, entre otros, por Boticcelli, Ghirlandaio, Pinturicchio, el Perugino y Signorelli, que dejaron hermosos frescos representando las figuras de los papas y escenas de la vida de Moisés y de Cristo.
En el ámbito eclesiástico apoyó a los franciscanos y protegió a los mendicantes, intentó reformar a los conventuales, introdujo algunas modificaciones en la Rota, confirmó la orden de los mínimos fundada por san Francisco de Paula, potenció la devoción a la Virgen María y fue demasiado generoso en conceder indulgencias y privilegios. Murió el 13 de agosto de 1484 y fue sepultado en la capilla de la Concepción de la basílica de San Pedro.

Inocencio VIII (29 agosto 1484 - 25 julio 1492)

Personalidad y carrera eclesiástica. Juan Bautista Cibo nació en Genova el año 1432. Hijo de Araño Cibo y de Teodorina de Mari, patricia genovesa, pasó su juventud en la corte de Nápoles, en cuya ciudad trabajaba su padre en la administración de la justicia. Antes de entrar en el estado eclesiástico tuvo dos hijos ilegítimos: Teodorina y Francescheto. Estudió en Padua y Roma, y ordenado sacerdote Paulo II le confirió el obispado de Savona en 1467 que, en 1472, cambió por el de Molfetta, cerca de Bari. Gracias a la amistad con el nepote del papa Juliano della Rovere, el futuro Julio II, hizo una rápida carrera en la curia. En 1473 Sixto IV le creó cardenal del título de Santa Sabina, que poco después cambió por el de Santa Cecilia. A la muerte de Sixto IV, mientras se reanudaban en Roma las luchas entre los Orsini, que apoyaban al cardenal Borja, y los Colonna que sostenían a Della Rovere, se reunió el cónclave, y el 29 de abril de 1484 eligió papa al cardenal Cibo, gracias a los manejos de Della Rovere. El nuevo papa tomó el nombre de Inocencio VIII.
Era hombre de elevada estatura, dadivoso y de distinguido porte, indeciso y débil de carácter, pero tan afable que, al decir de Conti (Le storie de suoi tempi del 1474 al 1510, Roma, 1880), «nadie se iba descontento de él; acogía a todos con bondad y dulzura, y se mostraba amigo de nobles y plebeyos, de ricos y pobres». Fue dominado por el cardenal Della Rovere, que inspiró gran parte de sus actuaciones políticas.
La política pontificia. Al igual que sus antecesores, quiso organizar una cruzada contra los turcos, pero las discordias entre los príncipes cristianos lo impidieron. Aprovechó los enfrentamientos entre los hijos de Mohamed II y llegó a un acuerdo con el sultán Bayaceto (1481-1512) para retener en prisión al príncipe Hixem, que se había entregado a los cristianos al no poder derrocar a su hermano, recibiendo como recompensa la lanza que se creía había traspasado el costado de Cristo y un tributo anual de 40.000 escudos.
Con los reyes de Castilla y Aragón sólo tuvo un duro enfrentamiento por la provisión del obispado de Sevilla, que finalmente se sustanció a gusto de los monarcas. Después, los reyes consiguieron el privilegio de patronato y de presentación para todos los obispados y beneficios del reino de Granada (13 diciembre 1486), cuya conquista avanzaba con lentitud, pero con seguridad; de tal manera que cuando llegó a Roma la noticia de la caída de Granada, Inocencio VIII se dirigió procesionalmente a la iglesia de Santiago de la nación española, en plaza Navona, para decir una misa en acción de gracias y dar la bendición papal.
Confirmó al rey de Portugal los derechos que le habían sido concedidos por sus antecesores sobre Guinea y la costa occidental africana. Reconoció a Enrique VII Tudor como rey de Inglaterra (1485-1509), después de la guerra de las Dos Rosas, y aprobó su matrimonio con Isabel de York, hija de Eduardo IV (1461-1483), de cuyo matrimonio nacería Enrique VIII (1509-1547).
Más difíciles fueron sus relaciones con los príncipes italianos y, sobre todo, con Ferrante de Nápoles. El apoyo del papa a los barones napolitanos rebeldes contra el monarca desató la guerra, a la que se unió el rey de Hungría, por su parentesco con el monarca aragonés. El papa solicitó la ayuda francesa y se firmó la paz en septiembre de 1486, pero las relaciones no mejoraron y el papa excomulgó a Ferrante en 1489, ofreciendo el reino de Nápoles a Francia. En enero de 1492, ante la amenaza francesa, el rey se mostró más conciliador y se firmó la paz. Con el fin de romper su aislamiento y sanear las maltrechas finanzas pontificias, Inocencio VIII buscó la alianza de los Médicis. Casó a su hijo Francescheto con Magdalena, hija de Lorenzo de Médicis, con gran pompa en el Vaticano, y nombró cardenal al hijo del mismo, Juan, joven de trece años, ya abundantemente prebendado, y que más tarde sería papa León X.
En el Estado de la Iglesia el papa trató de gobernar apoyándose en las oligarquías locales. La familia Della Rovere continuó manteniendo el control del gobierno de la Iglesia, como había hecho con Sixto IV. Después de duros enfrentamientos, también los Orsini y los Colonna llegaron a un acuerdo que restableció su dominio en las regiones cercanas a Roma a costa del poder papal. Entre tanto la relajación de la curia pontificia continuó. Para hacer frente a los dispendiosos gastos, se recurrió a la venta de los oficios curiales, a incrementar el número de cargos y a aumentar el precio de los existentes.
En el campo religioso hay que recordar la bula Summis desiderantes affectibus (5 diciembre 1484), que concedía plenos poderes a la Inquisición para luchar contra la brujería y demás prácticas supersticiosas. El papa también condenó las novecientas tesis De omni re secibiiú que Pico de la Mirándola (1463-1494) extrajo de autores latinos, griegos, judíos y caldeos sobre lógica, moral, física y otras ciencias como contrarias al dogma.
Aunque no fue un gran mecenas de las artes, restauró en Roma muchas iglesias y en el Vaticano construyó un grandioso palacio para los oficiales de la curia. Murió el 25 de julio de 1492 en Roma y su cuerpo fue sepultado en la basílica de San Pedro, en un sepulcro de bronce construido por su nepote cardenal Lorenzo Cibo.

Alejandro VI (10 agosto 1492 - 18 agosto 1503)

Personalidad y carrera eclesiástica. Rodrigo de Borja nació en la localidad valenciana de Játiva (España) hacia el año 1431. Hijo de Jofre e Isabel de Borja, hermana de Calixto III, con el apoyo de su tío hizo una carrera rápida y brillante. Estudió en Bolonia y se doctoró en derecho canónico en 1456, siendo ya notario apostólico. El 20 de febrero de 1456 su tío le hizo cardenal del título de San Nicolás in carcere y en mayo le nombró vicecanciller de la curia romana, cargo que mantuvo hasta que fue elegido papa. Otros muchos beneficios y dignidades consiguió de su tío y de sus sucesores: obispo de Gerona (1457-58), Valencia (1458-92) y Cartagena (1482-92), los beneficios del obispado de Mallorca (1489-92), etc. Este conjunto de oficios, y sobre todo la Cancillería, le proporcionaron importantes ingresos, y junto con el cardenal francés d'Estouteville pasó por ser el cardenal más rico de su tiempo, lo que le permitió llevar un estilo de vida de un príncipe del Renacimiento.
Elegante en sus comportamientos, versado en el derecho y hábil en los negocios políticos y en la administración de la curia, fue víctima de una gran sensualidad y del excesivo amor por los hijos que tuvo de diferentes mujeres. En los años 1462-1471 nacieron Pedro Luis (nombrado por Fernando el Católico duque de Gandía), Jerónima e Isabel de madre desconocida. De Vannozza de Catanci tuvo los cuatro más célebres: César, Juan, Jofre y Lucrecia; siendo papa tuvo a Juan Borja, duque de Camerino, y a Rodrigo, de madre desconocida. Durante algunos años de su pontificado mantuvo relaciones con Julia Farnese, aunque no tuvieron hijos. Sin embargo, no se debe olvidar que sus contemporáneos daban escasa importancia a los comportamientos inmorales de los altos eclesiásticos y al hecho de que tuvieran hijos.
Al inicio del cónclave que siguió a la muerte de Inocencio VIII, los dos cardenales más poderosos, Ascanio Sforza (hermano de Ludovico el Moro) y Juliano della Rovere (nepote de Inocencio VIII) contaban con el apoyo de Ludovico y Ferrante. Pero ninguno de ellos podía tener la mayoría de votos necesaria para alcanzar la tiara, y Ascanio patrocinó y promovió la candidatura de Rodrigo de Borja, que había dado pruebas de gran habilidad política, requisito esencial entonces, cuando Carlos VIII de Francia (1484-1498) se aprestaba a la conquista del reino de Nápoles, como heredero de los Anjou. Rodrigo de Borja fue elegido papa el 10 de agosto de 1492 y tomó el nombre de Alejandro VI. El 26 de agosto se celebró la coronación en San Pedro.
La política pontificia. La actividad de Alejandro VI como papa se desarrolló en una triple dirección: su misión pontificia, la política italiana y los intereses familiares. Apenas elegido, declaró que su deseo era procurar la tranquilidad de Italia y la unión de los príncipes cristianos ante el avance turco, siguiendo el ejemplo de Calixto III. En el primer período de su pontificado, hasta 1498, procuró seguir esta línea, aunque quedó limitada al equilibrio italiano y al europeo.
Tras la ruptura de Milán con Florencia y Nápoles, Alejandro VI negoció la formación de la liga de San Marcos (1493) con Venecia y Milán, a la que luego se unieron otros príncipes italianos y vino a reemplazar la ya quebrada liga itálica. La amistad con Milán se reforzó con el matrimonio de Lucrecia con Francisco Sforza, sobrino de Ludovico, y tendía a alejarle de su amistad con Carlos VIII, que pretendía la investidura del reino de Nápoles. Pero el papa no se la concedió cuando en agosto de 1493 el embajador extraordinario de Francia la solicitó en nombre de su rey. Para entonces, Alejandro VI ya había trabado lazos de amistad con los dos reyes de la casa real de Aragón, Ferrante de Nápoles y Fernando II de Aragón, que propuso al papa el matrimonio de Juan de Borja, duque de Gandía e hijo del papa, con María Enriquez, prima hermana del rey de Aragón, y comenzaron las negociaciones para la concesión de las bulas alejandrinas. Por lo que respecta a Nápoles, el papa casó a su hijo Jofre Borja con Sancha de Aragón el 7 de mayo de 1494, y al día siguiente el cardenal de Monreal, Juan de Borja, como legado a latere coronó a Alfonso II como rey de Nápoles (M. Batllori, Alejandro VI y la casa real de Aragón, Madrid, 1958).
Esta loma de posición del papa no bastó para que Carlos VIII desistiese de la empresa contra Nápoles, a la que le incitaba el cardenal Della Rovere que había huido a Francia. Alejandro VI no tuvo más remedio que dejar paso libre a las tropas francesas por los Estados Pontificios y Carlos VIII entró en Roma el 31 de diciembre de 1494. El papa hizo algunas concesiones al rey francés, pero no le otorgó la investidura de Nápoles; salió de Roma y el 31 de marzo de 1495 organizó con el Imperio, España, Venecia y Milán, la Santa Liga contra Carlos VIII, que había ocupado Nápoles. Esta alianza y la oposición que Carlos encontró en aquel reino obligaron al francés a abandonar Italia. En los años siguientes el papa continuó la política de acercamiento a España y Nápoles, y tropas españolas conquistaron la fortaleza de Ostia que pertenecía al cardenal Della Rovere y había quedado en poder de los franceses (9 marzo 1497).
En la noche del 14 al 15 de junio de 1497, el joven duque de Gandía y capitán general de la Iglesia, Juan Borja, fue misteriosamente asesinado y tirado al Tíber, y el papa acosado por el dolor, por la reflexión y por las invectivas de Savonarola (1452-1498) contra los desórdenes del pontificado romano, planeó una reforma de la Iglesia que de haberse puesto en práctica hubiera podido impedir peligros futuros a la Iglesia. Pero la bula de reforma no llegó a publicarse.
En los años 1495-1498 tuvo que hacer frente al conflicto que provocó el dominico Savonarola, prior del convento de San Marcos de Florencia. Apoyado por la facción florentina contraria a los Médicis, pretendía instaurar un Estado teocrático, y en sus sermones designaba a Carlos VIII como el nuevo Ciro que venía a liberar Florencia, Roma y a toda Italia de la corrupción y tiranía de la curia romana. Alejandro VI le prohibió predicar, pero no hizo caso. El 13 de mayo de 1497 fue excomulgado, pero continuó predicando contra la curia romana. Alejandro VI pidió entonces a la Señoría que encarcelara a Savonarola y, una vez arrestado, fue juzgado por comisarios pontificios y condenado. El 23 de mayo de 1498 fue ejecutado por el poder civil (A. Huerga, Savonarola. Reformador y profeta, Madrid, 1978).
Alejandro VI no quería jugar a una sola carta y, en 1498, cuando César Borja renunció al capelo cardenalicio y se secularizó, inició una política francófila. César marchó a Francia y contrajo matrimonio con Carlota Albrct, hermana del rey de Navarra, y el papa declaró nulo el matrimonio de Luis XII (1498-1515) con Juana de Valois, para que se pudiera casar con Ana de Bretaña, que incorporó aquel ducado a la corona francesa. Ante la alianza de Francia y Venecia contra Milán (1499), el papa conservó la neutralidad, pero favoreció y apoyó decisivamente las empresas de César Borja para conquistar la Romagna y las Marcas, y le nombró duque de la Romagna. El 25 de junio de 1501 Alejandro VI aceptó el tratado de Granada del año anterior por el que Fernando el Católico y Luis XII se repartían el reino de Nápoles, y César Borja se puso al servicio del rey francés. Probablemente el papa creyó que ésta era la mejor solución para impedir la hegemonía de España o de Francia en Italia. Disgustó a Fernando e Isabel por recibir en Roma a muchos judíos expulsos, pero les favoreció con las bulas alejandrinas y con la concesión del título de reyes católicos. Se apoyó en Luis XII para engrandecer a su hijo César, pero con ello frenó también las ambiciones de España en Italia. La víctima de esta política oscilante fue el reino de Nápoles.
A pesar de su actividad política no abandonó la idea de la cruzada que proyectó al inicio de su pontificado. En marzo de 1499 convocó a los embajadores de los príncipes cristianos para invitarles a la unión frente a los turcos, y en junio de 1500 publicó la bula de cruzada, enviando a todos los países legados y predicadores. Sólo España y Venecia respondieron a la llamada, pero en 1502 Venecia firmó la paz con los turcos y todo terminó.
Gran importancia tuvieron las bulas alejandrinas que el papa concedió a los Reyes Católicos en 1493. Con las bulas ínter coetera o de donación, concedió a los Reyes Católicos «todas y cada una de las tierras descubiertas o por descubrir, que no se hallen sujetas al dominio actual de algunos señores cristianos», con la obligación de enviar misioneros que instruyeran a los nativos en la doctrina cristiana. Con el breve Eximiae devotionis sinceritas les otorgó los mismos privilegios que a los reyes de Portugal, y con la bula Dudum siquidem demarcó las tierras descubiertas y por descubrir entre Castilla y Portugal.
La actividad religiosa y el mecenazgo. En el aspecto religioso no pueden tomarse en serio las acusaciones de herejía que le hicieron; al contrario, demostró un auténtico celo por la pureza de la fe, renovó la bula In coena Domini contra los herejes, promovió las reformas eclesiásticas en Europa y la propagación de la fe en América, y confirmó la orden de los mínimos fundada por san Francisco de Paula. La celebración del Año Santo de 1500 contribuyó a dar prestigio al pontificado y a hacer ver que la vida privada del papa no estaba reñida con una piedad sincera.
En lo cultural extendió su mecenazgo a los juristas y a los humanistas: Lascaris, Aldo Manuzio, Brandolini, Pomponio Leto, etc. En su tiempo, el Pinturicchio decoró las estancias Borja del Vaticano y Miguel Ángel (1475-1564) esculpió la Piedad. Reconstruyó la Universidad de Roma (la Sapienza) y realizó obras notables en el castillo de Sant'Angelo y en la basílica de Santa María la Mayor, construyendo el magnífico artesonado, dorado con el primer oro llegado de América.
Murió el 18 de agosto de 1503. Sepultado provisionalmente en Santa María delle Febri, junto al Vaticano, no llegó a tener el mausoleo que Paulo III (Alejandro Farnese) deseaba se le erigiese en Roma. En 1610 sus restos y los de su tío Calixto III fueron trasladados a Santa María de Montserrat, iglesia de la corona de Aragón en Roma, pero sólo en 1889 se les erigió una tumba en ella.

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