Concilio Vaticano I (1869-1870)
La decisión de Pío IX (1846-1878) de reunir un concilio ecuménico
hay que entenderla dentro del clima vivido por la Iglesia en esa época. Desde
una perspectiva de historia de las ideas, tal vez el detonante inmediato fuera
la proliferación de los llamados «errores modernos», que tenían sus raíces más
próximas en la Ilustración. La publicación del Syllabus y de la encíclica
Quanta Cura, casi simultáneamente en 1864, fue como un toque de atención dado
por Pío IX sobre los citados errores, y en poco tiempo se fue gestando la idea
de celebrar un concilio para afrontar el tema con más hondura. La bula de
convocación Aeterni Patris apareció el 29 de julio de 1868.
En dicha bula no se invitaba formalmente a los príncipes cristianos,
como se había realizado en otros concilios anteriores, sino sólo se expresaba
el deseo de que los príncipes católicos contribuyesen al buen éxito del
concilio, con el propósito de evitar posibles injerencias de los Estados en el
ámbito conciliar. El anuncio del concilio fue generalmente bien recibido,
aunque en los medios de corte liberal pronto se apreció un tono contestatario.
Así sucedió cuando el 6 de febrero de 1869 se publica en la Civiltá Cattolica
un artículo, titulado «Correspondencia de París», en el que se daba cuenta de
los deseos expresados por algunos escritores franceses sobre la conveniencia de
aprobar, por aclamación, las doctrinas contenidas en el Syllabus, especialmente
la de infalibilidad del papa. El artículo creó una gran controversia en
diversos lugares, pero de modo particular en Alemania, por la oposición frontal
de Dollinger, que se decantó en contra de la infalibilidad a través de varios
escritos. En Francia, monseñor Dupanloup y un grupo de intelectuales católicos
consideraban poco oportuna su definición por el concilio.
A pesar de las polémicas suscitadas, la comisión preparatoria
realizó su trabajo con relativa presteza, y el 8 de diciembre de 1869, Pío IX
inauguró solemnemente el concilio, en presencia de unos 700 obispos. Entre
ellos había 60 prelados de rito oriental, y casi 200 padres de países no
europeos, amén de los europeos, que eran la mayoría. Como lugar más apropiado
se eligió el tramo derecho de la nave transversal de la basílica de San Pedro.
En la primera congregación general (10 diciembre de 1869) se comenzó a discutir
el esquema «Sobre la fe católica», contra los múltiples errores del
racionalismo moderno. El texto original recibió diversas redacciones, según las
aportaciones de los padres asistentes, hasta que el 24 de abril de 1870 se
aprobó por unanimidad, con el nombre de constitución Del Films. Este documento
tenía un gran calado doctrinal, por ser una lúcida exposición de la doctrina
católica en torno a las relaciones entre la fe y la razón. Estaba compuesto por
cuatro capítulos, en los que se afirmaba la existencia de un Dios personal, que
se podía conocer por luz de la razón; la necesidad de la revelación divina; el
carácter razonable de la fe, y las relaciones entre la fe y la ciencia.
Pero la cuestión de la infalibilidad era la que acaparaba el mayor
interés, como ya se había hecho notar en los prolegómenos del concilio. Pronto
se habían formado dos grupos de padres: unos partidarios de proclamar la
infalibilidad, cuyo representante más significativo era el cardenal Manning, y
otros no partidarios de su proclamación, en su mayoría franceses, con figuras
relevantes como Dupanloup y Ketteler. El 21 de enero de 1870 se distribuyó a
los padres el esquema «De la Iglesia de Cristo», pero en él no se mencionaba el
tema de la infalibilidad. El 9 de febrero los partidarios de la infalibilidad,
que eran la mayoría, pidieron la inclusión de esta temática. Como respuesta a
tal sugerencia se presentó el 6 de marzo un nuevo esquema «Sobre el Romano
pontífice y su magisterio infalible». La minoría trató de impedir que siguiera
adelante este nuevo esquema. Hubo un debate muy intenso entre la mayoría de los
«infalibilistas» y la minoría —alrededor del veinte por ciento de los padres—,
que se opuso punto por punto al texto base. Por fin se llegó a un texto de más
amplia aceptación. De todas formas, algunos padres de la minoría abandonaron
Roma antes de la solemne proclamación de la constitución Pastor Aeternus, el 18
de de julio de 1870.
La Pastor Aeternus consta de cuatro capítulos, que tratan del
primado de jurisdicción de san Pedro, de la perpetua transmisión de esta
prerrogativa en la persona de sus sucesores en la Cátedra de Roma, de la íntima
naturaleza del primado romano, como poder verdaderamente episcopal, ordinario,
inmedialo y universal, y, por último, de la infalibilidad personal del Romano
pontífice por un carisma especial, cuando como maestro universal propone
doctrinas o dirime cuestiones en relación con la fe y la moral. Conviene anotar
que la Pastor Aeternus se presenta como una renovación de la definición
realizada por el Concilio de Florencia de 1439.
La constitución, que se había aprobado casi por unanimidad,
recibió también la adhesión de aquellos componentes de la minoría, que tanto se
habían opuesto a ella en los debates conciliares. La única excepción fue la del
historiador y teólogo de Munich Ignacio Dóllinger, que rehusó someterse y fue
excomulgado, dando vida en Alemania a la llamada Iglesia de los «Viejos
Católicos». El pueblo fiel de todo el mundo acogió gozosamente la definición
del magisterio infalible del papa.
El concilio tuvo que suspender sus sesiones porque el 19 de julio
estalló la guerra franco-prusiana, obligando a ausentarse a un gran número de
padres, y el 20 de septiembre los piamonteses ocuparon Roma. Y, en
consideración a estos hechos, el concilio hubo de aplazarse sitie die.
No hay comentarios:
Publicar un comentario